Luis Velásquez tiene apenas 21 años y desde que tenía cinco, su pan de cada día ha sido el tráfico de camiones de basura que se aglomeran cerca de su casa en Bushwick, Brooklyn, al igual que los malos olores que provienen de los desperdicios y los vertederos que hay en ese condado.
“Uno ni siquiera puede abrir una ventana porque el olor es terrible y hay humo de los carros de basura por todas partes, porque cada dos minutos pasa uno. A veces muchos camiones se estacionan en las calles, uno no puede ni pasar y se siente la polución”, asegura el mexicano, quien agrega que su sobrino de 10 años tiene serios problemas de asma.
Este es uno de los tantos testimonios que a diario reportan vecindarios pobres de Nueva York como el norte de Brooklyn y el sur de El Bronx, que han visto disminuir su calidad de vida por el problema ambiental que ocasionan los camiones de basura comercial.
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